Supe que era hora de comprar un nuevo colchón cuando comencé a tener dolor de espalda y hombros con mayor frecuencia. Mi viejo colchón se había hundido en el medio y era incómodo.

Comencé mi búsqueda en una gran tienda departamental. Probando docenas de colchones de diferentes precios y tipos. Algunos eran suaves y acolchados, otros demasiado duros. Pero ninguno me proporcionaba el equilibrio de comodidad y soporte que necesitaba.

Continué buscando en tiendas especializadas en colchones. Algunos modelos costosos se veían muy atractivos pero no reducían realmente la tensión en mi cuello y espalda. Otros de precio medio no durarían lo suficiente, según los empleados.

Finalmente fui a una tienda familiar que ofrecía varias marcas poco conocidas. Encontré un colchón de firme con finas capas de espuma. Al acostarme en él, instantáneamente supe que este colchón era diferente.

El látex se amoldó perfectamente a mi cuerpo para un soporte natural, sin comprimir mis articulaciones sensibles. Después de probarlo durante unos minutos, decidí comprarlo de inmediato.

Cuando lo llevé a casa esa noche, me acosté en mi nuevo colchón y de inmediato sentí alivio. Desperté a la mañana siguiente con poca o ninguna rigidez. Esta compra valió la pena después de probar tantos colchones incómodos.

Aprendí que los colchones de mejor calidad a veces se encuentran en tiendas menos conocidas, no en grandes almacenes.